La cultura es un sector estratégico en toda Europa, mueve alrededor del 3% del PIB y reporta, por cada euro invertido, siete veces su valor1. Sin embargo, en España, depende casi por entero de las subvenciones concedidas por las administraciones públicas. Por otra parte, los principios que guían la Responsabilidad Social Corporativa nos dicen que debemos devolverle a la sociedad lo que la sociedad nos da. La suma de ambos factores es favorable a un cambio de paradigma que motive debidamente a la empresa privada para invertir en cultura y a las entidades que la difunden para procurar una diversificación de sus ingresos que actualmente es mínima frente a la dependencia casi por entero del dinero público.
A la espera de una nueva ley de mecenazgo que fomente este tipo de iniciativas es posible hoy por hoy, obtener importantes beneficios fiscales del patrocinio y el mecenazgo de las entidades y actividades culturales. Son comunes las ayudas al deporte, festivales de música o cine pero en otros segmentos del panorama cultural resulta más difícil conseguir patrocinio de forma directa. Es cierto que fundaciones y otras sociedades sin ánimo de lucro organizan y sostienen exposiciones, ciclos de conciertos, etc. pero la ayuda sigue sin llegar a toda la oferta cultural. Es el caso, por ejemplo, de la crisis que vienen padeciendo las orquestas sinfónicas que ha llevado a que muchas se encuentren sin fondos que aseguren su sostenibilidad, aún limitando su actividad a su propio ámbito territorial. Sostener una formación musical sinfónica requiere grandes recursos y autonomía si se pretende que ejerza su labor con la profesionalidad y la calidad exigibles.
Dentro de este nicho se encuentran los coros sinfónicos y/ o líricos. La inmensa mayoría son amateur y las escasas agrupaciones profesionales dependen de una orquesta o un teatro de renombre, a menudo sostenido con capital público o mixto. Sin embargo la actividad coral es una de las prácticas musicales que cuenta con mayor presencia de intérpretes y seguimiento en todo el país, sino la que más. Podemos encontrar coros de todos los estilos y formatos prácticamente en cualquier barrio y en cada pueblo de nuestro país. Sin embargo, es la actividad que menos recursos recibe de forma directa a pesar de la incuestionable calidad de muchas de estas formaciones obtenida a base del esfuerzo individual de sus integrantes, quienes le prestan una dedicación extraordinaria a costa de su ocio y sus familias. Esta situación puede resultar muy plausible desde el punto de vista de aquellos que amamos la música pero desde luego no es un modelo sostenible. Al depender tanto de la disponibilidad personal de cantores, directores y gestores, el nivel de calidad varía muchísimo según la época del año y resultan inevitables una gran rotación y discontinuidad en el número de músicos.
Sin embargo, y a pesar de que la sostenibilidad de un coro profesional requiere muchos menos recursos económicos que, por ejemplo, una orquesta sinfónica o una compañía de teatro, -especialmente en términos logísticos y de equipamiento -, los coros no suelen ser beneficiarios de patrocinios directos. No se tienen en cuenta, además, ni su versatilidad para adaptarse a todo tipo de repertorios y escenarios ni su nivel de seguimiento por parte de todo tipo de públicos, tanto urbanos como rurales, iniciados en la música o profanos.
Para un espónsor o un mecenas, el patrocinio de un coro profesional no solo contribuye al alcance de sus objetivos en materia de RSC sino también al reconocimiento de su marca por parte de cualquier tipo de público. La multitud de certámenes corales, tanto a nivel nacional como internacional, contribuyen a la difusión de la misma, así como la organización de ciclos, talleres de música coral (canto, dirección, etc.) o colaboraciones con orquestas de fuera del país, por citar algunas variables.
No obstante, la creación de este tipo de sinergias pasa necesariamente por el aseguramiento de un estándar muy alto de calidad y para ello se precisan músicos y gestores que puedan dedicarse a tiempo completo a su labor. No estamos inventando la rueda; este es un modelo que hace largo tiempo viene funcionando en Europa central y del norte, el Reino Unido o EE.UU., entre otros.
No parece haber dudas respecto al patrocinio de todo tipo de actividades deportivas, – incluso de carácter amateur y alcance local o infantil -, a pesar de que el beneficio para las empresas desde el punto de vista del marketing no esté garantizado en términos de impactos (visualizaciones e identificación de/con la marca) al tratarse, a menudo, de públicos minoritarios. Por supuesto, esta es también una importante contribución a la mejora de la sociedad pero, ¿son las empresas igualmente conscientes, hoy por hoy, de las ventajas y la trascendencia que tiene para la sociedad presente y futura su contribución al sostenimiento de la cultura y, en concreto, de la llamada música culta? Necesitamos creer que sí.
1.- Dato aportado por la consultora Carrillo Asesores.